Llegó la última etapa del año y con ello el momento de los recuentos y balances. ¿Cuántos libros leíste en 2019? o ¿cuántas películas viste? serán preguntas que con seguridad saldrán en las mesas, reuniones y tal vez brindis, de fin de año. Acorde a la tendencia acumulativa en la que todos nos movemos, las respuestas se medirán a partir de números: cinco, seis, veinte o cuarenta y dos. La cifra dependerá de nuestra disciplina y gusto por la lectura o el cine, y no estaría mal que, mientras enlistamos nombres y nombres, pensemos también en cuánto de lo que leído, visto o escuchado, de verdad comprendimos.
El argentino Adrián Arnoldo Paenza (Buenos Aires, 1949), es un doctor en matemáticas que entre otras cosas se ha dedicado en reflexionar sobre la utilidad del conocimiento. Créanme, si de conocimiento y estudio se trata, un doctor en matemáticas sabe de lo que habla.
Pocos son los académicos que han pensado en la forma en que se difunde el “saber” desde las propias aulas y Paenza está dentro de ese selecto grupo. Para él, la verdadera utilidad de la escuela radica en que nos enseña a estructurar y a vivir en comunidad, cosa que desde luego ya es mucho y bastante importante.
El matemático nos dice también, que en la escuela nos enseñan a relacionarnos con el conocimiento de una forma enciclopédica. Hay que leer tantos libros, escribir tantos resúmenes, resolver cierta cantidad de exámenes. Es decir, acumular.
Hagamos una pausa, ¿para qué nos sirve aprender a hablar? para comunicarnos. Una vez superado el obstáculo vendrá otra cuestión: ¿qué y para qué queremos comunicarnos? Cada pregunta tiene su respuesta y a cada respuesta le sigue una nueva pregunta, de ahí que Paenza defina al conocimiento como el saber resolver problemas.
Si partimos de que los problemas nunca se acaban no es difícil deducir que por ende, nunca dejaremos de aprender.
A groso modo, alcanzamos la comprensión irónica –la más avanzada de todas-, cuando asumimos que el conocimiento absoluto es imposible y que a mayor aprendizaje mayor número de dudas. Óscar de la Borbolla lo explica muy bien en su libro El arte de dudar.
Sin embargo, y aquí vuelvo Adrián Paenza, el ciclo del conocimiento sólo estará completo cuando se comparte. De poco sirve acumular datos, experiencia e información, si somos incapaces de transmitirla al otro. La naturaleza siempre sabia lo aplica todo el tiempo. El ciclo del agua y la fotosíntesis son procesos de transmisión y reciclaje de elementos, información o conocimiento, según como queramos llamarlos.
Sócrates es considerado uno de los mayores pensadores de la historia gracias a que no sólo fue el primero de dudar incluso de sí mismo y de afirmar: ‘Sólo sé que no se nada’; sino también porque aprendió mucho de sus diálogos con la gente. Salía a caminar y no se cansaba de preguntar y compartir sus inquietudes.
¿Qué tal si ahora que empecemos con los recuentos, en lugar de preguntar a partir de números, compartimos nuestras experiencias, lecturas o saberes, adquiridos a lo largo del año? Te aseguro que los resultados serán más entretenidos y sorprendentes.
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